La persona es un nawal. Mujer y hombre es una síntesis
cósmica: planta, animal, mineral y energía cósmica, somos el universo; La persona es uno dentro de la red de la
relacionalidad cósmica. El ser humano es escuchador en el sentido de observador
y obediente cósmico.
La gente es parte integral e integradora de la racionalidad
cósmica, en cierta manera repite
simbólicamente lo que en lo grande
garantiza el orden universal.
Esta repetición implica que mujer y hombre son sagrados. Las
funciones se manifiesta de muchas maneras: Como Ajq’ij conocedor, interpretador del tiempo. Como
agricultor guardián y responsable de la base de la vida y los fenómenos
naturales, de la seguridad alimentaría, manejo ambiental. Como pareja restituye
el orden cósmico y como ente fecundo establece lazos entre las generaciones y
contribuye a la conservación de la vida. Convivencia armónica que desarrollaba
la sociedad andina con la naturaleza.
Esta es la base de la comprensión de la vida comunitaria.
“El sistema de calendario de Mesoamérica mide a la vez las
recurrencias del tiempo social y las del destino individual. Fija el tiempo de
las celebraciones y de las crisis espirituales; además, permite al especialista
en materia religiosa predecir el futuro
del hombre, interpretando los signos de los días y de los números con que están
asociados. (Eric Thompson) asegura que los mayas concebían el tiempo como “un camino
sin fin” y que cada período correspondía a un “trozo de aquel camino infinito”.
“Los mayas concibieron las divisiones del tiempo como pesos que cargadores
divinos llevaban a través de la eternidad...Las cargas eran conducidas sobre la
espalda utilizando un mecapal apoyando en la frente”